Proyecto Cometa

by - abril 23, 2024

PRÓLOGO

La casa desprendía un silencio doloroso.
La discusión de aquella tarde había dejado un polvo denso que estaba asentándose en el suelo de madera y enquistándose en las paredes como un residuo venenoso. Los gritos, golpes y esta guerra sin fin eran, por desgracia, una parte más del mobiliario de esta casa.
Bajo despacio y sigilosamente las escaleras, reviso el espacio e intento encontrar un solo recuerdo feliz entre aquellas habitaciones. No lo hallo. Lo único que encuentro en su lugar es la necesidad de alejarme todo lo posible de aquí.
Huir. Huir, tan lejos como pueda.
Termino los peldaños que me restan.
Una mirada a mi hogar antes de abandonarlo para siempre.
Me cuelgo la mochila con tres o cuatro mudas, el dinero ganado en los dos años que llevo trabajando para Dog y el último cuaderno que me ha regalado la señora Baker. Abro con mano temblorosa la puerta y retengo el llanto; saco del bolsillo trasero un sobre arrugado y lo dejo sobre la mesa del recibidor. Es un adiós para mi madre.
La brisa templada de principio de verano, proveniente de la bahía, acaricia mi rostro; ese perfume ya no es capaz de calmar mis nervios. Trago con dificultad, ahuyentando las lágrimas amenazadoras y me concentro en el susurro lejano del mar, dejándome llevar por sus constantes embates contra las maderas del muelle. De repente lo sé, siento en cada uno de mis huesos que Edenton se está despidiendo de mí.
Cierro con fuerza los ojos interponiendo un muro entre la razón y la desesperanza que siento. Sacudo la cabeza tratando de centrarme y echo a correr.
Me paro en seco cuando le veo al final del embarcadero, mis latidos por un segundo se han detenido también, y me pregunto si no habrá otra forma de arreglar todo este dolor, por efímera que sea, para que él siga siendo mi constante, mi guía, mi pulso.
Lo he intentado. ¡Joder que si lo he intentado! Cien, mil, un millón de veces, pero ha sido inútil, como darse de bruces una y otra vez contra un muro de piedra, mi madre no es capaz de escucharme, y yo ya no tengo fuerzas ni siquiera por él. Así que esta noche es un comienzo y a la vez una despedida.
Sus brazos me acogen cuando llego a su altura y su aliento cálido me hace cosquillas en la sien.
―Halley, ¿qué ocurre? ―El tono de su voz es áspero. Lo he tenido que despertar y aun así, aquí está, ha venido.―Halley, por favor, me estoy preocupando.
Aparto la vista. No quiero mentirle ni decirle medias verdades. Sin embargo, me lo impide levantándome con suavidad el mentón.
―Mi chica cometa.―Musita bajito y me enseña una de sus sonrisas tiernas.― ¿Tus madres…?
― ¡Muriel no es mi madre! ―La rabia me burbujea y noto la tristeza arañándome desde dentro.―Ha vuelto a pasar. Siempre vuelve a pasar y ella piensa que es correcto.
Es cierto.
Aprieto los parpados. No quiero llorar.
Landon no dice nada solo se acerca a mí.
Escucho el bombeo rítmico de su corazón y advierto como los músculos de su espalda se tensan cuando mis dedos se hunden en ella. Ojalá algunos momentos fueran eternos y se quedaran grabados en la memoria como la tinta de un tatuaje. Yo guardaría este. Tendría el oscuro sabor amargo del adiós, con el contraste de un dulce final.
Nuestras manos se enredan en las del otro, al igual que nuestras almas y en la suya hay algo oculto; me aterra pensar que lo sabe, que ha descubierto porque estamos aquí.
Un escalofrío recorre mi cuerpo bajo su roce. Con el paso del tiempo he aprendido las formas que tiene Landon de comunicarse. Sus silencios cargados de significados. Sus miradas llenas de pensamientos. Y sus caricias colmadas de sentimientos.
―Landon…
Quiero contárselo todo, a pesar de ello, las palabras se atascan en mi garganta, no quieren salir y el nudo en el estómago cada vez es más grande. Aspiro el salitre del mar, entremezclado con el olor a coco del champú que le roba a su hermana pequeña; se me escapa una sonrisa, echaré de menos detalles insignificantes, cosas estúpidas que antes no eran importantes.
Parpadeo rápido. Notó el escozor del llanto amenazando con impedirme hablar. Necesito decirle que su chica cometa, vaya a donde vaya, siempre lo elegirá.
Uno nuestros labios entregándome a él de forma visceral.
Duele en las entrañas.
Landon nos ha arrastrado al barco pesquero de su padre, cuándo ha pasado, no lo sé, me da igual.
Nuestra ropa ha quedado enredada en un rincón, testigo silencioso del amor que sentimos. No es la primera vez. Sin embargo, mi corazón se parte recorriendo cada centímetro de su piel, mi cuerpo tiembla y se desgarra con cada embestida de Landon y todo mi ser desespera con cada beso y bocanada de aire que compartimos, consciente de que después le diré adiós para siempre.
Exploto en mil pedazos cuando ambos llegamos al clímax. Todo acaba.
Los latidos de ambos corazones se acompasan formando uno.
Descubro que estoy llorando y veo en sus jaspeados ojos que lo intuye. Lo hemos hablado mil veces, él conoce mi deseo de irme, y liberarme de este sufrimiento. Hemos intentado buscar soluciones. Muchas. No han funcionado. ¡Joder, ojalá lo hubiesen hecho! Pero no ha sido así.
Limpia mis lágrimas con las yemas de sus dedos y nos cubre con una manta vieja que usan en los meses de invierno. Rodea mi cintura con su brazo, besa mi pelo y después apoya su cabeza en el hueco de mi hombro. Siento su respiración justo ahí.
―Mi chica cometa.
Intento sonreír, aunque esta vez su apodo me estruja el alma.
Mi chica cometa. Su broma particular.
Lleva dormido una hora.
Le he estado observando, memorizando cada uno de sus detalles; el lunar del hombro derecho, el color dorado de su tez por los meses del verano, su olor, ese aroma a salitre y madera. Una hora para no olvidarlo nunca, pese a que solo me hubiese hecho falta un segundo.
Me trago el dolor mientras, con mucho cuidado de no despertarlo, me visto en la penumbra de la gabina de control donde hemos hecho el amor por última vez. Saco la carta donde se lo explico todo del bolsillo pequeño de la mochila y la deposito sobre la cubierta del viejo ejemplar de Moby Dick que tiene su padre en el pequeño baúl. También dejo un puñado de folios con el trabajo final de geografía, en la cubierta le he puesto un post-it que dice: «Por favor, dáselo a la señora North». Lo beso despacio, frunce el ceño, gira la cara y sigue durmiendo.
Intento no mirar atrás, inevitablemente lo hago, rogando porque me detenga, pero no lo hace. No despierta.

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4 comentarios

  1. Cristina4/24/2024

    Me ha encantado la intensidad con la que empieza... Estoy deseando seguir leyendo.

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    1. Dess Borton4/25/2024

      Ojalá, H&L conquisten corazones ☄️
      Tengo muchas ganas de que los conozcáis 💝

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  2. Carmen4/29/2024

    Como siempre todo lo que escribes me encanta y me engancha ,con muchas ganas de seguir leyendo,besos

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    1. Dess Borton4/30/2024

      Ains, no sabes lo que me alegra saber que los cometas están gustando tanto 🥰☄️

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